María vino un día a casa con la tez pálida y la tristeza
instalada en sus ojos. Estaba enamorada de mi hermano pero las discusiones se
hacían cada vez más frecuentes y había comprendido, muy a su pesar, que su
relación con Luis le estaba perjudicando. Al contrario que a mi hermano, los
resultados académicos a ella sí le preocupaban y por dar contento a Luis había
reducido sus entrenamientos bajando así su rendimiento. Hablamos quedamente
durante toda la tarde. No buscaba palabras de consuelo ni ayuda para influir en
mi hermano, solo era una exposición abierta y sincera de su intención de
dejarle y alejarse de su vida. Había pedido una beca para estudiar en Europa.
Le daba igual donde, solo quería irse. Pidió países de tradición deportiva
donde tenían especial cuido con la danza. Se marchó algo más sosegada. Me dio
un beso lleno de ternura y me pidió disculpas porque pensaba también cortar su
contacto conmigo puesto que todo lo que iba ligado a mi hermano le hacía daño y
necesitaba mantener distancias hasta que cicatrizara. La entendí y la deseé
suerte.
Mi hermano no se
lo tomó nada bien, como cabía esperar. No obstante, se le pasó antes de lo que
imaginábamos todos. Su actividad deportiva se multiplicó y se impidió así mismo
pensar en María. No volvió a hablar de ella.