MIS HISTORIAS

Mis historias

DESDE MI VENTANA/ DICIEMBRE

EN SENTIDO INVERSO DEL FINAL AL PRINCIPIO, TODA LA HISTORIA

jueves, 25 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LXI

María vino un día a casa con la tez pálida y la tristeza instalada en sus ojos. Estaba enamorada de mi hermano pero las discusiones se hacían cada vez más frecuentes y había comprendido, muy a su pesar, que su relación con Luis le estaba perjudicando. Al contrario que a mi hermano, los resultados académicos a ella sí le preocupaban y por dar contento a Luis había reducido sus entrenamientos bajando así su rendimiento. Hablamos quedamente durante toda la tarde. No buscaba palabras de consuelo ni ayuda para influir en mi hermano, solo era una exposición abierta y sincera de su intención de dejarle y alejarse de su vida. Había pedido una beca para estudiar en Europa. Le daba igual donde, solo quería irse. Pidió países de tradición deportiva donde tenían especial cuido con la danza. Se marchó algo más sosegada. Me dio un beso lleno de ternura y me pidió disculpas porque pensaba también cortar su contacto conmigo puesto que todo lo que iba ligado a mi hermano le hacía daño y necesitaba mantener distancias hasta que cicatrizara. La entendí y la deseé suerte. 
Mi hermano no se lo tomó nada bien, como cabía esperar. No obstante, se le pasó antes de lo que imaginábamos todos. Su actividad deportiva se multiplicó y se impidió así mismo pensar en María. No volvió a hablar de ella.


miércoles, 24 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LX

María era una chica muy deportista y eso era un punto a su favor porque a Luis lo que más le atraía del mundo era practicar deporte y escribir. No le hacía ascos a nada, igual jugaba una pachanguita futbolera con los amigos que tenía un maratón de pádel durante tres días seguidos. No obstante, seguía siendo el aire fresco y dinamizador de mi casa. Ismael le consentía todo, ni siquiera se ponía serio cuando venía cabizbajo con sus aprobados justitos o áreas salvadas con trabajos. Yo no era tan condescendiente, no soportaba que desperdiciara sus capacidades porque vivía al día. Esta filosofía de vida le hizo perder a María antes de lo que yo me imaginaba. María era encantadora y divertida pero a la vez muy responsable y comprometida con sus estudios y su vocación con el baile clásico. Ella, igual que mi hermano, tenía una habilidad natural para cualquier deporte y en el instituto ganaba medallas en atletismo casi todos los años, como ya hiciera en sus tiempos de Primaria, pero su verdadera vocación era la danza y a ella le dedicaba al menos dos horas diarias, lo cual combinado con los estudios dejaba poco margen para la relación con mi hermano. Luis no soportaba que se encerrara a estudiar y que pusiera tanta pasión en un tema solo. Mi hermano era un picaflor, como le llamaba mamá. Quería probar todo lo que se le ponía por delante, de pequeño fue el futbol, después en el colegio aprendió a jugar al baloncesto con su profe favorito de educación física y, estando en el instituto, cuando se puso de moda el pádel y el bádminton, practicó ambos como si no hubiera un mañana.

martes, 23 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LIX

Los inviernos son fríos y largos en estas tierras castellanas pero aquel invierno estaba resultando especialmente riguroso. Luis estaba terminando la dichosa ESO. No terminaba de encontrar su vocación y salvaba los cursos a duras penas. No sacaba buena nota ni siquiera en lengua y literatura. Se le daba escribir cuentos como a nadie pero estudiar autores, obras y estilos literarios era harina de otro costal. Quise justificarlo con su relación con María, pero ciertamente era condición natural de mi hermano zascandilear de acá para allá y no poner su atención nada más que en lo que despertaba su curiosidad.Tan hábil en lo que se ponía, sacaba adelante cualquier tema al que le dedicaba más de diez minutos. El talento para el deporte y para escribir eran obvios pero estaba segura de que desarrollaría cualquier actividad con igual destreza. Qué desperdicio, le decía yo entre molesta y orgullosa de tener un hermano tan listo. Vamos hermanita, ¿quién necesita aprender lo que no interesa?, decía entre bromas. Nada que sonara a compromiso atraía su atención. De hecho, no se exigía así mismo nada que no fuera salvar los acontecimientos según se le ponían de frente. Sería esa la herencia de una infancia llena de altibajos emocionales y de una madre y una hermana que no hablaban nunca del pasado ni del futuro pues el primero ahogaba las ilusiones y el segundo no parecía traer consuelo.

domingo, 21 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LVIII

Apenas tres años tenía Luis cuando nuestra familia se rompió en pedazos pero había ya muchas cosas superadas ya y resultaba molesto y doloroso y hasta inoportuno recordar todo aquello. Mamá había encontrado la felicidad con Ismael. Luis se crió feliz entre dos mujeres que bebían los vientos por él. Ahora vivía intensamente con su preciosa novia. Corrían buenos tiempos. Era el momento de abordar y zanjar el tema de papá. Crees que… comenzó a decir mi hermano, uno de esos días que desayunábamos solos en la cocina, testigo de tantas risas y lágrimas. Dime, Luis, dije sin levantar la vista de mi taza de café. ¿Crees de veras que fue buena idea marcharse de casa? , terminó diciendo. Quería decirle que no, que la opción de abandonar a tu familia no es una opción. Quería decirle que un padre no puede rendirse jamás. Pero lo cierto es que era incapaz, con el sufrimiento diluido por los años y las decepciones vencidas o tal vez adormecidas, creía, y así se lo dije a mi hermano, que papá, dadas las circunstancias, hizo lo mejor para todos. Una crisis así no se resuelve si sigues en el epicentro del problema que lo origina y por doloroso que resulte, el problema de papá era su familia. 


Se marchó de casa un día que el desconsuelo le ahogaba tanto que sentía la presión en la garganta imposibilitando la entrada de aire. El día que se marchó dejó una nota en la cómoda de la alcoba de matrimonio. Dijo haberla escrito con tanta angustia que el estómago se la devolvía en forma de arcadas. Pobre papá. Pasar aquel duelo en soledad fue especialmente duro, nos contaba. Tras tocar fondo, solo y viviendo en condiciones penosas se fue liberando de sus presiones. Superada la peor fase quiso contactar con mamá pero mi madre había sufrido tanto con la partida de papá que no pudo perdonárselo. Por último, papá nos pedía que, si seguir viéndonos no era posible, al menos, lo perdonáramos; lo necesitaba para continuar con su vida. Yo lo perdoné desde el fondo de mi corazón. Sentí el impulso irrefrenable de abrazarlo pero me quedé atada a mi silla, tras la pantalla del ordenador, sin decir una sola palabra de consuelo. Mi hermano zanjó la reunión levantándose, cerró el ordenador y perdí de vista aquellos ojos, tan adorados en otra época. ¡Papá!, dije apenas en un resuello.

sábado, 20 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LVII

A pesar de haberse echado una novieta, como decía Ismael, mi hermano seguía siendo un chiquillo, al menos para mí. Afortunadamente, cuando se serenó un poco su pasión por María, volvimos a recuperar nuestras acostumbradas charletas, nuestras bromas y nuestros momentos de intimidad fraternal, tan tiernos como añorados. Uno de esos días vino algo más serio de la cuenta. ¿Qué pasa my Little brother?, como le decía yo cariñosamente cuando estábamos solos. No pasa nada hermana, me dijo, aunque seguía sin sonreir. ¿Qué sucede, pues?, quise saber. Quería hablar de mi padre. Llevaba tiempo pensando que tenía que cerrar ese capítulo de su vida. Tuvimos el encuentro en la cafetería del pueblo donde mi padre dio sus razones mientras Luis y yo –desde mi cuarto, parapetada tras el ordenador- le observamos en silencio durante más de dos horas. No hubo réplica  ni reproches. De hecho, no hubo nada. Le dejamos hablar y cuando calló, mi hermano desapareció, llevándose consigo el ordenador y mis esperanzas de recuperar a mi padre, con un triste hasta luego. Después, no encontramos momentos para hablar entre nosotros sobre aquel encuentro.

Papá estaba enamorado de mi madre. ¿Qué pasó entonces? Sin duda nada que de consuelo a dos niños abandonados por su padre en su más tierna infancia. Como yo lo recordaba, no había sido nada que surgiera de la noche a la mañana. Sufrió una crisis personal, poco a poco se fue hundiendo una depresión de la que no supo el origen, como dicen todos los implicados en un proceso depresivo. No sabía ni cómo ni por qué sentía que la vida se le convertía en una carga inmensa. La vida en pareja, el trabajo, los hijos, los problemas derivados de mantener un hogar… todo se fue transformando en una losa inmensa que, situada en su espalda, le encorvaba el cuerpo y el alma. Sintió, nos confesó, ganas de morir y tenía miedo de sí mismo y de su incapacidad de superar el día a día. Tuvo que marcharse, dijo al fin. Temía hacernos más daño quedándose en casa que marchándose. Me resultó tan dramático que no encontré palabras. Yo observaba a Luis y su cara era una mezcla entre incredulidad y horror. No supe que pensaba. 

viernes, 19 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LVI

Te invito a un concierto de Sting, me propuso Juan vía chat. No bromees con eso. Él sabía de mi pasión por el pop rock inglés. Estaba al tanto de mi devoción por U2, The Police, Elton John, Phil Collins y otros no tan británicos ni tan pop pero que hacían las delicias de los jóvenes en las discotecas del momento. Oh, my God!, le decía yo entre bromas a Juan en muchas de nuestras conversaciones cuando salía el tema de la música actual. Mi contacto con esa música que llenaba mis silencios venía por mi gusto por escuchar la radio, particularmente cuando hacía tareas de poner orden en mi cuarto o en mis papeles; para mis otros silencios, los de sentarme a leer o a contemplar la imagen que me llegaba a través de mi ventana, prefería escuchar la música clásica que me proporcionaba el ipod que me regaló mi amiga. No tiene gracia, insistí. No es broma, Ella, argumentó sin hacer caso de mi enfado, Sting se reúne de nuevo con los miembros de ThePolice e inicia una gira mundial que comienza en Vancouver y pasará por Barcelona y Bilbao entre otras ciudades del mundo. Se me helaba la sangre de la emoción. Pero por qué diablos me lo contaba, me preguntaba. Ella, aún falta para que llegue a Barcelona, no te parece que es un buen momento y un excelente motivo para plantearte salir de tu nido protector. ¡Maldita sea!, sabía que tenía razón, pero que poco me gustaba escuchárselo. Dejemos el tema, rogué. Sabía que presionándome no conseguiría nada, así que intentó relajar el ambiente proponiéndome ir viendo los conciertos previstos en las distintas ciudades del mundo vía Internet. Eso me gustó más y le agradecí el esfuerzo por disimular su frustración. Salir de casa seguía siendo un objetivo y una carga a partes iguales y necesitaba planteármelo de una buena vez, pero yo sola. Sola ante el vacío inmenso que sentía cada vez que me atrevía a pensar en romper las cadenas con mi hogar físico y espiritual.

miércoles, 17 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LV

Luis fue remontando. Por fin volvía a aparecer su adorada sonrisa. Ya hablaremos largo y tendido sobre lo de papá, me dijo tras llamar a mi puerta y dejándome con la palabra en la boca. Comenzó a salir con frecuencia. Cada vez paraba menos en casa. Ya no me cuentas nada, me quejé. Ay, hermanita, hermanita, dijo mientras me hacía reír haciéndome cosquillas. Bien sabía él como desarmarme. Cuando jugueteaba conmigo de ese modo y se echaba a reir con la espontaneidad de un niño no podía reclamarle nada. Creo que tienes novedades que contarme, dije en un último intento por mantener una conversación, pero mi hermano ya no escuchaba. Había salido por la puerta poniéndose la chaqueta al tiempo que daba un portazo. Chao, hermanita, nos vemos a la cena, le oí decir al otro lado de la puerta.
Como no podía ser de otro modo, dos semanas después apareció con una chica. Mamá se quedó pasmada. Se repuso al momento y se deshizo en sonrisas y cumplidos hacia la joven que no se despegaba de Luis. Era una monada, pelirroja, esbelta, con cara de lista y sonrisa fácil. Cierto es que estaba algo cohibida pero era natural. Pronto descubriríamos que la tímida, de pelo color sol a media tarde, era más espabilada y dicharachera de lo que nos pareció el primer día que vino a casa. A Luis se le veía enormemente feliz. Que miedo me daba tanta felicidad. No quería ser agorera pero en mi interior, y por experiencia propia, asociaba emociones intensas con desilusiones desproporcionadas. O sea, tras la felicidad más dulce y loca venía la frustración y el dolor. No fue así, al menos durante un tiempo. Mi hermano gozó de una bonita relación que tenía sus altos y sus bajos pero que, a todas luces, le compensaba pues la cara de bobo se le activaba cada vez que mencionábamos a María, que así es como se llamaba la joven. De un modo u otro mi hermano se distanciaba de mí. Cuando apareció Ismael, se agarró a la pareja de mamá como cachorro que encuentra cobijo. Cuando papá entró en nuestras vidas, se encerró física y moralmente en su habitación y en su dolor, por este orden. Y con la aparición de María en su vida, yo no parecía hacerle falta para nada. Visto lo visto, volveré a mis papeles, a mis libros y a mi ventana que son los únicos que representan una constante en mi vida, dije entre mí.

martes, 16 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LIV

Juan comenzó a escribirme cartas que me llegaban por correo ordinario. Se me ocurrió decirle un día que con tanta modernidad habíamos perdido algunos encantos de recursos que en otro tiempo eran imprescindibles. Le comenté que echaba en falta abrir el buzón y encontrarme las postales de mi amiga enviadas desde cualquier rincón del mundo. La primera carta fue una sorpresa increíble. Me resultó tan peculiar que me daba miedo abrirla. Era una carta bellísima. Hablaba de sus inquietudes, de su infancia, de sus vivencias antes y después de nuestro primer contacto en la red. Pero no solo era una relación de eventos o anécdotas. Era un auténtico relato contado a modo de cuentacuentos. Buscando la armonía, el vocabulario, el tono… levantando expectación a veces y manteniendo una especie de belleza literaria más cercana al género lírico que al narrativo. ¿Cómo era posible que escribiera tan bonito y no lo hubiese apreciado en nuestra relación “escrita” de hacía ya más de un año? A esa primera carta le siguió otra la semana siguiente y otra más una semana después. Después de la tercera me hice verdaderamente adicta a sus historias. Sin embargo se detuvo el correo y me quedé ensimismada esperando entre incrédula y delirante. Descubrí que todo ese tiempo de correo ordinario no había entrado en la red y abrí el ordenador con los dedos temblorosos esperando una respuesta a su silencio. Allí estaba él, esperándome. ¿Dónde andas?, me dijo. No llegó tu carta de esta semana, reproché. Ah, ¿pero las has recibido?, dijo sin aspereza. ¡Maldita sea!, ni le había contestado a las cartas ni había entrado en mi página para mencionar lo mucho que me gustaban sus misivas. ¿Cómo narices iba él a saber el efecto que me estaban causando sus cartas? ¡Dios!, como lo siento, comencé diciendo, estaba tan ensimismada con tus escritos que no reparé en transmitirte mi entusiasmo, me disculpé. Podrías seguir con tus relatos, supliqué. Me alegro que te haya gustado, respondió lacónico. Pero, ¿me seguirás escribiendo?, insistí. Preferiría conversar contigo. Ya lo hacemos, dije haciéndome la despistada y comprendiendo al instante lo que intentaba decirme. Me llama mi madre, he de irme. Hasta otro momento, corté. Ella… fue lo último que leí antes de cerrar mi ordenador.


sábado, 13 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LIII

Mi hermano accedió a encontrarse con mi padre, pero puso condiciones. Sabía que mamá sufría cuando surgía cualquier tema relacionado con papá, así que su primera condición fue que nuestro encuentro tenía que ser secreto. Pedía a mi padre que tras este encuentro no hiciera ningún intento por volver a contactar. Y su tercera condición era que no lo tratara como un hijo puesto que no había sido su padre, su padre era Ismael. No hace falta decir que a papá todo esto le dejó desolado, sin embargo, no estaba en condiciones de exigir absolutamente nada y no lo hizo. Llegó el día concertado. Quedamos en una cafetería en el centro del pueblo. Mi pueblo no es excesivamente grande pero cafeterías y bares no le faltan. Quedamos en la cafetería favorita de mi padre. Solía llevarnos allí a desayunar a mi madre y a mí algunos domingos o días festivos antes de que naciera Luis. Aquella reunión, tensa hasta decir basta, se hizo especialmente peculiar pues mi presencia fue tras la pantalla de un ordenador. Pedí a mi hermano que se reuniera con él pero Luis dijo que si yo no iba él tampoco estaba dispuesto a ir. No se me ocurrió otra cosa que el recurso que ya había usado en otras ocasiones, la vídeo conferencia. Papá estaba repuesto, mucho mejor que en la fotografía que me envió por correo años atrás. Comprendí que estaba viviendo una etapa de recuperación aunque la sonrisa enlos labios iba acompañada de la tristeza de sus ojos.

Durante un tiempo mi hermano evitó hablar del encuentro con mi padre. Conocía bien a Luis, cuando lo necesitara vendría a mi cuarto, tranquilo y reservado, como él era, especialmente en los momentos más serios, y comenzaría una de esas conversaciones emotivas y sinceras que acababan en un abrazo que me derretía el corazón. Dejé pasar el tiempo pero me preocupaba mi hermano, no tenía muy claro si su tristeza estaba originada porla situación que había surgido con papá o por otros temas que tuviera mi hermano y que no había compartido conmigo. Que mi hermano tuviera algún asunto que le inquietara y que no me hubiese puesto al corriente de ello era algo que no soportaba. Olvidé el tema y me centré en mi trabajo, que se me iba amontonando con tanta historia familiar. Y, como estaba previsto, Luis llamó a mi puerta.

viernes, 12 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LII

Llegó el momento de retomar el asunto de papá con Luis. Tras la muerte de la abuela, mi hermano se encerró un poco más en sí mismo y se volvió algo más inasequible. Papá no dejaba de insistir, quería recuperar su relación con sus hijos. Ahora se sentía fuerte y necesitaba resolver asuntos pendientes. ¡Vaya!, en eso nos habíamos convertido, en asuntos pendientes. Su premura y su insistencia me molestó sobremanera. Tantos años sin noticias, consintiendo que nuestra infancia se desarrollara sin el afecto y la compañía de un padre,  por no mencionar las carencias económicas a las que nos vimos sometidos durante los primeros años, y ahora demandaba su derecho a recuperar su tiempo perdido. Yo no estaba dispuesta a presionar a mi hermano y no lo hice. Luis necesitaba su tiempo y no sería yo quien lo agobiara. Finalmente fue él que me demandó más información sobre ese supuesto padre que una vez tuvo y del que no recordaba absolutamente nada. Un sábado, víspera de carnaval, mientras mi madre hacía su turno de mañana en la biblioteca, llamó a la puerta de mi cuarto. No sé si quiero saber… comenzó diciendo sin mucha convicción. Siéntate mi cielo, le dije suave y tierna como quien se dirige a un bebé que duerme serenamente. Era bueno y sencillo, empecé a contarle, reía y hacía reir con facilidad. Hacía feliz a mamá y daba a nuestro hogar el calor que da la persona que trae el sueldo, la confianza, el cariño y la seguridad. ¿Qué pasó, entonces? Buena pregunta, confesé. Buena pregunta, hermano, repetí con los ojos fijos en el peluche que me regaló mi padre cuando cumplí los seis años. No lo sé, continué. ¿Quieres que nos lo cuente? le inquirí, sin subir el tono. Sé que es difícil entenderlo, pero yo necesito saber… Tiene que haber una explicación, tiene que haberla…

jueves, 11 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" LI

Hablar con Pablo sobre la pérdida de la abuelita fue un consuelo. Como poeta y amigo era todo sensibilidad y empatía. Cuánto le agradecí sus largas charlas a través del ordenador. Ya se había marchado a Tokio. Seguía escribiendo poesía pero entre el doctorado y su trabajo de investigador, apenas tenía tiempo para deleitarse en su silencio, que era el alimento natural de su meditación y por lo tanto de las emociones que luego convertía en versos. Necesitaba trabajar para mantenerse pues la vida en Japón era cara y las ayudas estatales no daban para mucho. Tenía tanta confianza en mi criterio que me pedía asesoramiento y me enviaba sus poemas para que los revisara y le diera mi opinión. La amistad de Pablo equivalía a ese complemento que sientes que te hace más completa e interesante la vida. Pablo, al igual que Alicia y que Juan insistía en que debía dejar mi prisión. Rompe tus cadenas sicológicas y las barreras físicas desaparecerán como por encanto, decía en tono conciliador pues sabía que no me gustaba hablar de ese tema.
Juan quiso saber los motivos de mi tono amargo en las últimas conversaciones. Qué podía decirle si ni yo lo sabía. O sí. Desde hacía años luchaba por no convertirme en una persona gris y amargada y muy a mi pesar esa era la imagen que le llegaba a él. Como decirle que el hecho de no estar a la altura de sus expectativas me entristecía más que perderme los paseos que tanto anhelaba desde mi ventana, que las crisis emocionales de mi hermano, que los cambios de humor de mi madre y que la misma pérdida de mi abuela a la que adoraba. Como decirle que llevaba meses soñando con el roce de su piel, con el calor de sus palabras en mis mejillas… que llevaba una eternidad –antes de conocerle incluso- teniendo una relación sentimental con él, que no existía más allá de mis ensueños y fantasías.

martes, 9 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" L

Pero mi ausencia de la red era más pretendida que casual. En Navidad me pongo especialmente nostálgica y la sensibilidad me sale por los poros de la piel. Tenía tanto miedo que las palabras de Juan, sin pretenderlo, me hirieran que prefería sufrir su ausencia que saber de su existencia. No pude resistirme y entré en mi face. Buscaba un Feliz Navidad y todos esos tópicos de esas fechas. No había ningún mensaje. ¡Dios! Él tampoco había entrado desde hacía más de una semana. Se habría enredado en temas familiares, quise justificarlo. Opté por ser yo la que usara el saludo navideño implorando para mis adentros que hubiera alguna respuesta. Salud, Paz, Amor y buenas razones para continuar la lucha diaria, esto último lo añadí con el fin de aportar a mi saludo un toque personal que lo alejara del saludo de la mayoría. ¡Hola, amiga!, respondió sacándome la más amplia de las sonrisas.
Poco después de las vacaciones navideñas, la abuela enfermó. Abuelita, abuelita, decía mi hermano en un susurro cuando se acercaba a su cama. Vamos Luis, deja descansar a la abuela, le pedía mi madre con ternura. Mi hermano sentía que se le iba uno de los pilares de su subsistencia emocional y no quería separarse de ella. Vale, me callo, suplicaba, pero déjame quedarme aquí otro poquito más. Pero no callaba. Pasó los últimos días de la vida de la abuela leyéndola las historias que escribí en otros tiempos, algunas de las de aquellos suplementes dominicales publicadas tiempo atrás y otras guardadas y olvidadas en un cajón de mi viejo buró. Léela a la abuela tus cuentos Luis, le decía en tono cómplice para que mamá no se enterara de que no dejábamos dormir a la abuela. Tus historias llegan más al alma, me contestó mi hermano con los ojos vidriosos. La abuela permaneció en semi-coma al menos dos semanas. Ni mi hermano ni yo quisimos dejarla sola un solo instante y mi madre a pesar de sus aparentes enfados por no dejar a la abuela tranquila, sonreía con tristeza y cerraba la puerta con sigilo dejándonos allí dentro hablando, en un susurro ininterrumpido, con la abuela. Murió como vivió, con suavidad con elegancia, sin dolor, todo en ella era dulzura y fuerza a la vez. A pesar de que éramos conscientes de que la abuela se hacía mayor, no estábamos preparados para perderla, no aún.

lunes, 8 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" XLIX

Mantuve contacto con Pablo Barrios. La traducción de su libro de poesías fue un reto y una satisfacción a partes iguales. Descubrí el alma de Pablo a través de sus versos y cuanto más ahondaba en su poesía más me gustaba su yo más profundo, ese yo que ocultaba bajo su elegante apariencia y su elocuencia de persona bien formada y mundana. Entendí por qué no quería ser él el traductor de su obra. Era tan bella tal cual que traducirla era como cubrirla con un ropaje estentóreo y absurdo. Casi me pareció pecado trasladarla a otra lengua. Barrios me llamó dos meses después de la publicación de sus libros traducidos al inglés y al francés. Estaba exultante. Hizo la presentación del libro en Nueva York en una pequeña y coqueta sala que llenó con sus amistades y conocidos. Hizo uso de todos sus contactos y preparo un evento precioso que para mi deleite grabó en video conferencia. Ni que decir tiene que Pablo me invitó e insistió en que le acompañara. Ni el encanto de Pablo Barrios ni su labia ni su acaramelada voz zalamera consiguieron sacarme de mi jaula. Nadie puede luchar contra el encierro cuando el carcelero eres tú mismo.

Juan reclamaba mi atención. Estaba tan ensimismada con el asunto de mi padre y la reacción de mi hermano que descuidé mi página de internet. Apenas escribía y casi todo el tiempo lo pasaba sumida en mis reflexiones y ayudando a mamá a preparar la casa para recibir la Navidad. Se respiraban aires extraños, por un lado la alegría de tener a Ismael de nuevo en casa. Con la enfermedad bajo control, sentíamos que era imprescindible vivir el momento y saborear lo que teníamos. Nuestra familia estaba restructurada y gozaba de una calma y una felicidad suave pero contundente. Ismael, con sus energías renovadas y su dura experiencia superada, se había vuelto más locuaz y bromeaba con todo. Pidió, exigió, a mamá una navidad llena de tópicos, con su cordero asado, sus adornos de espumillones por toda la casa, árbol de Navidad, Nacimiento con su Niño y todo. Todo, todo, todo repetía con la sonrisa de un niño caprichoso. Mamá estaba encantada pero no le faltó trabajo, desde comprar mil y un adornos a rescatar las viejas recetas de la abuela. Por otro lado, mi hermano, se esforzaba por dar gusto a mamá pero se encerraba en su cuarto con mucha más frecuencia de lo que me hubiera gustado. Yo buscaba momentos íntimos para retomar la conversación sobre papá pero él me esquivaba y suplicaba que le dejáramos tranquilo pues estaba en vena y necesitaba escribir.


sábado, 6 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" XL VIII

Esa conversación con mi hermano se hizo esperar porque Ismael enfermó y el ambiente en casa era tenso. Mamá estaba terriblemente preocupada. Yo no veía por qué, no me parecía tan grave. Fiebres y vómitos frecuentes era el día a día de Ismael que adelgazaba a ojos vista. A poco que cogieras un virus de temporada la fiebre y el estómago revuelto te acompañaban sin remedio. Hasta ahí todo más o menos bien, el problema era que no daban con la causa e Ismael perdía color y masa muscular al unísono. Mi falta de preocupación disgustaba a mamá pero no era desinterés era que confiaba, con toda sinceridad.Estaba convencida de que  no iba a ser más que un episodio desafortunado de desaparecería antes de que nos diéramos cuenta. No fue así. Tuvieron que ingresarle porque se deshidrataba sin remedio y mientras no dieran con el origen y el tratamiento adecuado necesitaba una vía con suero y medicación para combatir las fiebres. Fueron tres meses de locura pero de igual modo que vino, como por arte de magia, desapareció. ¡Qué consuelo! Al final llegó a preocuparme. 

Estando ya Ismael en casa pedí audiencia a mi atareado hermano. Aún rondaba los catorce pero su adolescencia, al menos la problemática y rebelde, había comenzado prematuramente y afortunadamente también desapareció antes de lo habitual. Todo en mi hermano era rápido e indoloro. Yo aún le llamaba mi ángel. Tenemos que hablar seriamente, comencé a decir. Se quedó parado mirándome, estaba acostumbrado a las conversaciones serias desde pequeño. Supo desde muy pequeño que los Reyes Magos llegaban a las casas de los niños cuyos padres ganaban más dinero que nosotros. Comprendió desde muy temprana edad que no tener padre era un hándicap, particularmente en el patio de recreo del colegio, donde sufrió los insultos y burlas de algunos niños. Convivía con una persona atada a una silla y a una casa. Y escribía cuentos infantiles mientras sus iguales solo pensaban en el botellón y similares. Los “similares” eran los que más nos preocupaban a mi madre y a mí pero mi hermano nos tranquilizaba diciendo que su pasión era el deporte y esto le alejaba de los peligros que acechaban a los chavales de su edad. Me disponía a hablar pues  con un chico con la cabeza muy bien amueblada, eso sí, algo díscolo en cuanto a asuntos escolares se refería, pero que, por encima de todo, adoraba a su madre y a su hermana y que respetaba y valoraba al que hacía las veces de padre, el único que él había conocido hasta el momento. Su cara era un auténtico poema. Nada que ver con lo que yo imaginaba. Tenía un padre que vivía y que preguntaba por él. No sé cómo no me di cuenta de que tanta madurez también implicaba un espíritu crítico que no se conformaría con cualquier explicación.

viernes, 5 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" XL VII

"Mi hermano maduró antes de la media de su generación. Mientras que los chavales de su edad intercambiaban cromos y pegaban chicles en los bajos de las sillas del cole, mi hermano, sin perder  ni gota de su espontaneidad infantil, compartía conversaciones conmigo y con mi madre sobre la necesidad de ahorrar que había en casa para poder salir adelante. Si bien es cierto, intentábamos, en la medida de lo posible, evitarle los temas más escabrosos. Queríamos que viviera su infancia pero que no fuera un niño ñoño y sobreprotegido que desconociera los esfuerzos que hacían su madre y su hermana para que a él no le faltara lo imprescindible. Afortunadamente aquello no duró demasiado. Mamá, tan luchadora y resuelta como siempre, superó su pena por la pérdida de papá y reunió fuerzas para trabajar hasta el desgaste físico y moral. La cosa mejoró considerablemente desde que Ismael asumió el rol de hombre de la casa. Cierto es que me chirriaba su presencia en nuestras vidas en un principio, pero no podía negarle a mamá la posibilidad d­­­e rehacerse y sobre todo de mejorar su calidad de vida. Pudo dejar su segundo trabajo, el de cuidar a personas enfermas y se quedó en la biblioteca, que era el trabajo que la hacía feliz".

jueves, 4 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" XLVI

"Mantuve el contacto con Juan a través de la red. Su tono de nuevo sonaba cálido y sincero. Ya no mencionaba a Adela y yo se lo agradecí en silencio. Sus sencillos y breves pero continuos mensajes acariciaban mis sentidos. Yo le respondía en el mismo tono, familiar y cercano. Parecíamos viejos amigos compartiendo recuerdos. Evitando siempre enfrentarnos a temas comprometidos manteníamos cierta distancia con la realidad. No me mencionó en ningún momento el lamentable suceso de su visita frustrada y yo lo prefería así, no obstante, me sonrojaba de vergüenza cada vez que leía entre líneas su deseo de verme en persona. Y llegó un, ¿no te lo había dicho? Hace tiempo que no sé nada de Adela. Deseaba ignorar su mensaje pero qué clase de amiga no le dice un, ¿y eso? Me explicó que se fueron distanciando sus citas y terminaron comunicándose prácticamente por internet hasta que también fue desapareciendo la comunicación poco a poco. Todo iba bien, no divertíamos, pero no había magia, dijo, y quedó en silencio esperando mi respuesta. ¿Crees en la magia?, le dije, consciente de que me estaba saliendo del halo protector de las conversaciones mundanas y controladas que evitaban el compromiso y se alejaban de posibles riesgos.

   Llegó una carta a mi nombre sin remitente. Sonreí como una colegiala. La abrí nerviosa como una chiquilla. Qué original, pensé, en la era de las redes y de la mensajería por telefonía, una carta al más puro estilo tradicional me parecía algo muy romántico. Era una carta de papá.¡Vaya!, no pude evitar pensar. Dentro del sobre había una fotografía de mi padre. ¡Estaba tan cambiado! Había envejecido. Papá, susurré mientras rozaba con mis dedos su imagen. Vivía solo, me contaba, con un perro que recogió en la calle y que salía en la foto con cara de bueno. Quería vernos a mi hermano y a mí. Era el momento de hablar con Luis con la claridad y la cordura que exige la verdad con mayúsculas. Por increíble que parezca, nunca le habíamos explicado a mi hermano lo que pasó y consentimos que se hiciera mayor pensando que él no tenía padre. Menos mal a la aparición de Ismael que tan resueltamente cubrió ese vacío en la vida de Luis a la vez que devolvió la juventud y las ganas de vivir a mi madre".


miércoles, 3 de febrero de 2016

"DESDE MI VENTANA" XLV

"Estaba en mí. La solución a todos mis problemas estaba a mi alcance. O asumirlo o superarlo, me dije. El tiempo pasa y estoy cansada de postergar las promesas que me hice cuando creía en la posibilidad de cambiar mi destino. Seguía allá en lo más profundo de mi ser una voz que reclama el derecho a la lucha. Continuaba esperando que al levantarme un día mágicamente me lanzara a la calle y por fin recibiría al día al otro lado de mi ventana. Seguía soñando, como diría la de Castro, con la eterna primavera de la vida y de los campos… Confundí soñar con posponer y dejé de plantearme superar mi horror a salir de casa esperando “¿qué?”, esperando nada. La posibilidad de un encuentro con Juan, el viaje soñado con mi amiga del alma, editar el libro de mi historia personal… ¿es que acaso no tenía estímulos suficientes para plantarle cara a mis fantasmas de una buena vez?

Mantuve el contacto con Juan a través de la red. Su tono de nuevo sonaba cálido y sincero. Ya no mencionaba a Adela y yo se lo agradecí en silencio. Sus sencillos y breves pero continuos mensajes acariciaban mis sentidos. Yo le respondía en el mismo tono, familiar y cercano. Parecíamos viejos amigos compartiendo recuerdos. Evitando siempre enfrentarnos a temas comprometidos manteníamos cierta distancia con la realidad. No me mencionó en ningún momento el lamentable suceso de su visita frustrada y yo lo prefería así, no obstante, me sonrojaba de vergüenza cada vez que leía entre líneas su deseo de verme en persona. Y llegó un, ¿no te lo había dicho? Hace tiempo que no sé nada de Adela. Deseaba ignorar su mensaje pero qué clase de amiga no le dice un, ¿y eso? Me explicó que se fueron distanciando sus citas y terminaron comunicándose prácticamente por internet hasta que también fue desapareciendo la comunicación poco a poco. Todo iba bien, no divertíamos, pero no había magia, dijo, y quedó en silencio esperando mi respuesta. ¿Crees en la magia?, le dije, consciente de que me estaba saliendo del halo protector de las conversaciones mundanas y controladas que evitaban el compromiso y se alejaban de posibles riesgos".

lunes, 1 de febrero de 2016

Técnicas de Escritura


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