"Estos
pensamientos y otros no menos nostálgicos me acompañaron durante el viaje que
habría de ser el antes y el después entre lo que fui y viví y la nueva Daniela
que nace hoy. El pasado
revoloteaba en mi cabeza cual ave sutil
que pasea su elegancia con la osadía y la frescura del que está al margen del
dolor y el sufrimiento ajeno.
No siempre viví mi vida desde la ventana de mi cuarto. Es
verdad que mi historia es triste, no voy a engañarme, pero no necesito contarla
para dar lástima a nadie ni para inspirar compasión. Bueno, si así fuera, puedo
comprenderlo pero no es mi intención. Ni siquiera espero que nadie conozca mi
historia porque lo único que necesito ahora mismo es sacarla de dentro de mí,
oxigenarla, abrir una ventana a esto que me ha ahogado tanto tiempo y que, a
pesar de todo, ya adelanto, no ha conseguido convertirme en alguien gris.
Mi padre era de esas personas especiales que con muy
poquito te hacía feliz. Recuerdo esas maravillosas tardes de paseo,
de risa en risa, de chascarrillo en chascarrillo. Mi madre, siempre regruñona,
- perdonad que uses mis palabras familiares pero renunciar al lenguaje tal cual
lo usábamos en casa es como renunciar a parte de mi infancia-, reía como loca
cuando mi padre la hacía cosquillas o la guiñaba el ojo mientras bromeaba con
mi hermano y conmigo. No teníamos mucho pero tan poco nos faltaba de nada. ¡Qué
típico! Qué normalísimos éramos. Y no sabes cuánto adoraba esa normalidad y
cuánto la he añorado hasta que aprendí a vivir con mi nueva “normalidad”. Tan
fácil parecía la vida entonces".
No hay comentarios:
Publicar un comentario