"Mamá vino llorando
a mi cuarto y lo tuve claro. Papá se había marchado y ni siquiera había mediado
una conversación explicando los motivos, tan solo una triste nota que decía
“Nadie tiene la culpa de lo que me pasa pero creo que os hago un favor saliendo
de vuestras vidas”. Yo no estaba de acuerdo con papá pero obviamente mi opinión
era lo último que importaba. Y yo que
creí que había agotado el cupo de desgracias…
Nadie me había
preguntado, por eso la rabia amenazó con volver a salir, pero no me lo permití;
mantuve mi dolor y mi angustia controladas porque me di cuenta que mamá me necesitaba más que nunca y que
era muy inoportuno que yo me pusiera en plan niña mimada victimista. Sí, me hice mayor de golpe".
No hay comentarios:
Publicar un comentario