"Pasaron los
días y las semanas, mi madre cada vez más cansada, envejecía por momentos. Yo
me sumergí en la lectura buscando las aventuras que no vivía y la inspiración que
necesitaba para escribir en mi diario. Mi hermano, lejos de dar guerra y
protestar, pareció convertirse en un ángel. Se me llenan los ojos de lágrimas
cuando pienso en su soledad, tan pequeñito, tan inocente. Mi madre no podía
hacer más. Por entonces se vino a vivir con nosotros la abuela. Con mis trece
años y mi renovado coraje decidí poner todo de mi parte para ayudar a la abuela
a que le facilitara un poco la vida a mamá.
El universo
decidió entonces premiarme, en lugar de seguir fustigándome. Alicia venía cada
vez con más frecuencia a verme. Charlábamos sin descanso durante horas. Me
contaba lo que hacía en el insti. Me complacía hablándome de sus proyectos,
de sus viajes con sus padres por toda Europa. Y lo mejor de todo, me prometió
que hablaría en el instituto de mi caso para ver si me podían ayudar a no
perder más cursos. Yo sabía que era muy complicado pero no me quise negar la
esperanza de conseguir alguna posibilidad de examinarme, aunque fuera por libre,
y así poder retomar mis estudios".
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