"Todas las cosas que me rodeaban, y que tan feliz me hicieron
en otro tiempo, me empezaban a asquear a aburrir o simplemente me eran
indiferentes. Ir al parque con mamá y Luis era mi mejor momento del día tan
solo un par de años atrás. Quedar con las amigas para montar una fiesta de
disfraces era tan divertido que solía pasar horas escribiendo en mi diario
contando los planes que teníamos y cómo había resultado todo. Visitar a la
abuela era entrañable y muy reconfortante, sin olvidar que cada vez que iba a
verla me preparaba toneladas de galletas caseras con pepitas de chocolate. A mi
regreso de casa de la yaya mamá refunfuñaba desesperada diciendo que la abuela
me malcriaba y que iba a caer enferma por comer chuches sin control. Ir al
colegio me encantaba porque allí estaban mis amigas y a veces la maestra nos
contaba historias que nos hacían llorar de la
risa. Aún recuerdo el año que
preparamos para Navidad un teatro de guiñol. Tras semanas de ensayos y
preparativos. El día de la representación de la obra acabó con una batalla de
bolas de nieve a la salida del cole para celebrar lo bien que había salido
todo. Aún sonrío cuando veo en mi diario las fotos de aquel día. Claro que esto
ocurría en aquellos tiempos felices en los que mamá y papá sonreían satisfechos
con cualquier monería que les contaba del cole o de mis amigas".
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