"Daniela ya no me susurra al oído cual niña dulce e indefensa. Su
voz ya no suena a melancolía y a lamento. Su voz es ahora fuerte y contundente.
Suena a mujer resuelta y experimentada. Daniela ha mutado y su fuerza, otrora
debilidad, se ha convertido en viento fresco y enérgico. Aún mantiene el
encanto original, su alma infantil llena de fantasía y amor por las cosas más
sencillas sigue estando latente y hacen
de ella una persona muy especial junto con la capacidad para luchar por ser
feliz con aquello que le ha tocado vivir. Solo un problema me da esta preciosa
niña, me tiene tan atrapada que tengo descuidadas parte de mis
responsabilidades y, sin embargo, tengo pavor a que deje de confiarme sus
confidencias".
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