"Acabé el instituto. Por entonces mamá había recuperado
las ganas de vivir. Una suave brisa de calma y relativa felicidad inundaba
nuestro hogar. En el cambio de mamá tenía mucho que ver mi hermano. Luis y su
chispeante alegría sacaba a mi madre de su tristeza quisiera o no. Mi ángel
progresaba en el colegio, no sin dificultad, pues, a pesar de ser más listo que
una ardilla era incapaz de concentrarse y no encontraba nunca tiempo para
prepararse los exámenes. Terminó Primaria. Veía la vida pasar a través de las
etapas de mi hermano. Dejó de ser un niño para pasar a convertirse en un chaval
indomable pero lleno de vida y arrollador. Sin duda era el motor que impulsaba
nuestras vidas".
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