"Mamá por
entonces había conseguido entrar en el programa de la reactivación de
bibliotecas de barrio pero con aquellos escasos ingresos en nuestra nueva
situación, sin el sueldo de papá, las cosas se ponían difíciles. Fue necesario
buscar un trabajo que aportara más dinero en casa. Qué inútil me sentí, qué
impotencia no poder colaborar a disminuir la carga que mamá tenía sobre sus
hombros, para colmo mi medicación era todo menos económica y la seguridad
social no lo cubría por entero.
Lo único que
consiguió mamá fue cuidar a una señora mayor enferma que vivía en el cuarto de
nuestro mismo bloque. Sin duda era una ayuda pero la señora era tan agobiante y
demandaba tanto la presencia de mi madre que la
agotaba hasta caer rendida en el sofá sin poder ni atendernos ni a mí ni
a mi hermano.
Aprendí a
moverme con la silla que me trajeron del centro de salud del barrio, Es solo un
préstamo hasta que consigas la tuya –nos dijeron-. Es un préstamo hasta que yo expulse todos mis
demonios y consiga dar vida a mis piernas otra vez, pensé yo con más coraje que
objetividad".
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