"Terminé mi carrera y, a pesar de mi gusto por escribir no
hice periodismo que, confieso, fue mi
primera opción. Mi verdadera vocación era leer más que escribir. Sentía tanto
agradecimiento hacia los libros por todo lo que me habían mostrado de la vida y
del mundo sin moverme de mi silla que decidí formar parte de ese mundo
facilitando a la gente la posibilidad de leer y no se me ocurrió otro modo que
convirtiéndome en traductora. Sí, así es, estudié filología inglesa y francesa.
Fue duro hacer las dos especialidades a la vez, confieso que el grado de
confusión que tenía a veces era tan grande que me levantaba interminables
dolores de cabeza, pero el esfuerzo mereció la pena. Me convertí en una máquina de trabajar.
Descubrí que no se me daba nada mal eso de interpretar libros y llevarlos al
castellano y encima resultaba que mi pericia daba dinero. Una vez más Internet
fue la plataforma que me proporcionó la posibilidad de conectar con el mundo e incluso
a través de él conseguí mi primer trabajo y con él mi libertad emocional.
Sentir que podía colaborar en la economía de casa y facilitar los estudios a mi
hermano, me dio la vida".
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