"Ya estábamos
en marcha. Tantas ganas que tenía de irme de casa y, sin embargo, no era capaz
de disfrutar de mi libertad incipiente. Me venía a la mente continuamente mi
hermana con sus historias y sus malos rollos. No podía evitar pensar en mi
padre, con sus ausencias emocionales y su repentino rol de empresario. Tenía
presente mis reuniones con mi nueva tía que desapareció de la misma manera que
apareció, sin dar razones de su venida ni de su partida. Me di cuenta de que
había estado camuflando todas mis inquietudes, miedos y frustraciones con los
preparativos de una partida en la que tenía puestas todas mis esperanzas y que no
era nada más que una simple y auténtica huida. No había vuelta atrás. Me
marchaba. Atrás se quedaban todos. La pregunta era ¿tenía derecho a dejar todo
para buscar mi propia felicidad?, o por decirlo de otro modo, ¿valía la pena mi escapada teniendo en cuenta lo que dejaba en el camino?"
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