"Algo de
verdad sí tenía mi amigo. Había dejado de escucharle desde que sus conversaciones
giraban casi ineludiblemente en torno a la incomprensión de sus padres y el mal
ambiente del instituto y a la mala suerte que tenía en esto y en lo otro. Todo
eran protestas y lamentos. Ya no me parecía el chaval perspicaz e interesante
que tenía respuestas lúcidas en clase que a todos sorprendía, incluidos los
profesores. Echaba en falta el colega de juegos de ordenador y con el que se
podía conversar sobre cualquier asunto. A su lado me sentía especial. Tenía la
sensación que se me contagiaba su aire misterioso y su personalidad. No fui
justo. Él había sido mi paño de lágrimas cuando mi padre se metió en su concha
y me dejo al frente de mi maltrecha familia. Era muy raro estar en su casa y no
hablarnos. Faltaban aún unos días para marcharnos con el grupo de teatro y
tenía que encontrar una solución. Volver a casa de mi padre estaba descartado y
quedarme en casa de Isaac era inadecuado, dada la situación a la que habíamos
llegado.
No tenía a quien acudir. Carlota resultó ser mi salvadora. Me la
encontré el día que fui a por las notas al instituto. Todo lo que dijo al verme
fue, ¿Puedo hacer algo por ti?, ¿resulta tan obvio?, le contesté con otra
pregunta. Diez minutos después estaba en casa de Isaac recogiendo mis cosas
para llevarlas a casa de Carlota".
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