"La situación
en casa se enrareció aún más desde la última conversación con mi padre. Todo el
enfado y el resentimiento que tenía contra mi padre dio la cara sin reservas.
Que fuera una persona incapaz de transmitir emociones y que no tuviera
capacidad para hacer de nuestra familia un hogar era dolorosamente comprensible
cuando lo veía como una persona enferma que no podía controlar sus emociones. Descubrir
que se había estado reinventando así mismo luchando por un sueño que no había podido
o querido compartir con nosotros y que había supuesto dejarnos sin padre
(después de perder también a nuestra madre) y sin infancia era muy difícil de
comprender y mi cerebro se negaba a justificarle. No solo me había privado de
un hogar seguro y protector donde un chaval pudiera dar rienda suelta a su
fantasía sin agobios y preocupaciones. Perdí mi alegría natural desplazada por mis
nostalgias; la cambié, sin percibirlo siquiera, por mi, cada vez más sombrío,
carácter. La felicidad que había conseguido forjar con mis pequeños éxitos en
el instituto, mis nuevos amigos y mi proyecto de viajar en verano con la
aventura de la compañía de teatro se esfumo como si nunca hubiera existido".
No hay comentarios:
Publicar un comentario