"El instituto
me aburría cada vez más. Además, me parecía penoso lo insufrible que le
resultaba a Isaac. A pesar de que yo le defendía siempre que estaba a mi
alcance, cuestión que me trajo más de un problema y no pocos enemigos, mi
amigo, por ser judío (o a saber por qué motivos) sufría los insultos y
desprecios de la típica pandilla que no tiene otra cosa mejor que hacer que
molestar. Se me ocurrió que la mejor forma de afrontarlo, ya que la inteligencia
no es un arma arrojadiza contra borregos
musculados, era ponernos a su altura. Es así como empezó el plan de
fortalecimiento muscular. Comenzamos a ir al gimnasio. Al principio un par de
veces en semana, después prácticamente a diario. Resultó que nos gustaba. Nos
vigorizaba no solo los músculos, también el ánimo. Allí conocimos a Micaela.
Entrenaba duro. Se estaba preparando para competir seriamente. Salía a correr
día sí y día no. Pronto formamos un equipo. Su especialidad era el salto de
longitud y la carrera corta, pero practicaba de todo un poco, desde spinning
hasta kick boxing. Su fortaleza física y mental, metida en un cuerpo delgado y
compacto, nos impresionó a los dos. Creo que ambos deseábamos ser como ella. Yo
me reía pensando que la podíamos llevar al insti
y achuchársela a aquellos lechuginos
que se creían matones de medio pelo de película mediocre de esas que solo
gustan a adolescentes de cabeza hueca y puños ligeros".
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