"Dando los
últimos retoques a mis preparativos para la marcha inminente apareció mi padre
en mi habitación. Hablemos, dijo. Empezó su conversación como habituaba -las
pocas veces que hablábamos. Una sola palabra solía ser su punto de arranque.
Otras veces era un “Sentémonos”. A su “hablemos” le acompañaba su acostumbrada
mirada sombría y su inexpresivo rostro. Tú dirás, le contesté, sabiendo que la
conversación no daría para mucho. Me quedé paralizado, habló sin parar durante
más de media hora. No se puede decir que fuera una conversación pues era más
bien un monólogo, pero tanta verborrea en mi padre era una situación totalmente
novedosa. Primero comenzó hablando de lo importante que era para él el proyecto
en el que estaba metido. Ya era hora, pensé, que compartiera algo de lo que le
tenía absorbido desde que murió mi madre. No osé interrumpirle. Temía que se
rompiera la magia y volviera a enmudecer otros cuatro años".
No hay comentarios:
Publicar un comentario