"Afortunadamente,
antes de aparecer mi padre en aquella primera conversación en la cocina, mi tía
me había dado una tarjeta con sus datos. La llamé por teléfono. No fue fácil
dar con ella. Llegué a pensar que la tarjeta era un truco barato más propio de
timador que de alguien honesto que quiere recuperar el tiempo perdido. Tras
varios intentos, logré hablar con ella y concerté una cita en Condado de Hoyos,
donde asistía a mis clases de instituto. No quería contárselo a nadie. Por una
parte, mi hermana no estaba lo suficientemente centrada como para asumir temas
importantes para la familia y por otra parte, contárselo a mi amigo quedó
descartado, pues eran tantos mis temores de que no apareciera y de que ese
posible vínculo con la familia de mi padre desapareciera para siempre que pensé
que verbalizar mis expectativas podría gafar aquel encuentro. Apareció".
No hay comentarios:
Publicar un comentario