"Las
conversaciones con mi padre eran escasas o inexistentes, pero me armé de valor
y abordé el tema de la tía Elisa. Quería saber si teníamos más familia y por
qué no lo habíamos sabido nunca. Me rehuía. Sabía que quería respuestas. Ya no
era un crio pequeño al que pudiera despedir con un “cosas de mayores”. No conseguí sacarle nada en claro salvo que
tenía dos hermanas (exactamente igual que mi madre) y que se marchó de su casa
familiar muy joven a ganarse la vida. No hacía falta que me explicara que
debían vivir en condiciones penosas. Eso lo di por sentado. Pero la pobreza y
el cariño no están reñidas así que quise saber más y mi padre no iba a ser mi
mejor fuente. Opté por intentar localizar a la tía Elisa. Tenía que volver a
verla".
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