"Mi hermana
ni me escuchó. Fue punto posible pretender que dejara los auriculares y me
dedicara unos minutos. Cuando empezó a ir al instituto pensé que maduraría, que
despertaría de sus ensueños. Al contrario, se encerró más sobre sí misma. Apenas
tenía amigas y a las clases iba como una zombi. Intenté hacer de hermano mayor.
No funcionaba. Me veía como a un enemigo. Me dolía hasta el extremo. Habíamos
sido una sola alma, un solo ser, en vida de mamá. Papá siempre fue distante y
frío. Mi hermana y yo siempre supimos compensar su indiferencia. Lo que más me
costaba de mi decisión de marcharme durante todo el verano era dejar a mi
hermana sola con mi padre. Intenté explicárselo. Quería que supiera que no me
rendía, que era algo temporal, que volvería y lucharíamos juntos. Sin embargo, ella
nunca estaba disponible. Tras intentarlo en varias ocasiones opté por marcharme
sin echarle cuentas.
El otro reto
era mi padre. Por esos días estaba especialmente ocupado. Andaba de un lado a
otro sin parar. Cada día se marchaba más temprano y regresaba a casa más tarde.
Parecía cansado, pero me atrevería a decir que casi feliz. Llegué a pensar que
había conocido a alguien. No obstante, conociendo su dificultad para las
relaciones sociales no resultaba demasiado probable. Imaginé el negocio le iba
bien pues siempre estaba entre papeles haciendo cuentas y rellenando documentos.
O eso o se estaba volviendo más huraño y se escondía tras los papeles para
evitar hablar con nadie. De un modo o de otro, no hubo ocasión de hablar con mi
padre. La fecha de partida llegaba y era un hecho que no habría despedidas. Ni
siquiera tuve que esconderme para hacer los preparativos del viaje, tanto daba
si me veían o no; simplemente no querían saber. ¿Notarían mi ausencia? Llegué a
pensar que no se enterarían de mi marcha".
No hay comentarios:
Publicar un comentario