"Me llamo
Elisa, dijo a modo de presentación, y me gustaría poder hablar con tu padre.
Estaba dispuesta a echarla sin contemplaciones, pero algo me dijo que tenía que
conocer a esa mujer. Había algo en ella que me agradaba. De mediana edad (eso
que llaman ni joven ni mayor), vestía sobria y elegante. Tenía la mirada limpia
y no parecía estar acostumbrada a sonreír, aunque intentó una mueca de
amabilidad para que no le cerrara la puerta sin darle la oportunidad de
expresarse. Soy su hermana, dijo viendo que me costaba reaccionar. Me sentí
como un estúpido, allí delante de ella, sin mediar palabra y mirándola atónito
como si hubiese dicho que era de Marte.
¿Mi padre
tiene familia?, es todo cuanto pude decir, sin dejar mi estado de
estupefacción. Mi padre no estaba y mi hermana estaba en su cuarto enganchada
al ordenador, como venía haciendo ya hacía tiempo. La hice pasar e hice de
anfitrión ofreciéndola un café. Prefirió un té, como me supuse que haría. A
mamá también le gustaba el té. Me gustaba esa mujer que decía ser mi tía.
Hablamos durante más de una hora hasta que llegó papá. Elisa dijo haber venido
a ver a mi padre, sin embargo, cuando oyó el timbre y dije que sería él, ella
se asustó y comenzó a removerse inquieta en la silla. Mi padre entró en la
cocina, donde estábamos tomando nuestro segundo té, se la quedó mirando y la
pidió, sin levantar la voz, que abandonara la casa".
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